miércoles, 22 de marzo de 2017

Confeccionistas luchan contra el contrabando y la falta de espacios

Elena Gutiérrez, de 56 años, aprovecha las ferias que organiza la Cámara Departamental de la Pequeña Industria y Artesanía Productiva de Cochabamba (Cadepia) para comprar al menos media docena de poleras para su nieto Mateo, de tres años.

Lo que más le gusta de estas prendas de vestir, además de la tela y el acabado fino, son las frases que llevan estampadas.

“En la casa de mis abuelos mando yo”, “No me digan enano, porque sigo creciendo” y “Made in mamá”, son algunas de las frases que hacen más atractivas estas poleras para los padres, afirma Daniel Alconz, de 32 años, quien tuvo la idea de confeccionar este tipo de prendas hace nueve años, cuando nació su hijo.

Al principio, Daniel estampó en las poleras varias frases de su autoría y después fue buscando otras en internet y revistas.

En la Feria Internacional de Cochabamba llegó a vender entre 2.000 y 3.000 poleras, en los 10 días que dura el evento.

Las poleras y prendas que se confeccionan en este taller se venden en Cochabamba y se distribuyen en tiendas de Santa Cruz y La Paz, en fechas específicas como Navidad.

La ropa de Daniel llega también hasta el trópico de Cochabamba y Pando, en ferias regionales.

El reto de este joven emprendedor es participar este año en la Feria Exposición de Santa Cruz, porque está convencido de que es un buen mercado.

La semana pasada (entre el 7 y 10 de abril), esta empresa participó en la feria organizada por Cadepia en la plazuela Sucre, donde tuvo la oportunidad de mostrar esta línea de producción a la población.

Daniel, como ocurre en la mayor parte de las empresas familiares, aprendió el oficio de confeccionista de su padre, a los 9 años.

El taller que administra junto con su progenitor funciona desde hace 12 años en la zona de El Abra (Sacaba), donde, gracias a su perseverancia, lograron comprar una máquina para bordado computarizado en 19 mil dólares.

Esta máquina les es muy útil porque en su taller se confecciona ropa para colegios, instituciones y empresas privadas.

Daniel destaca que su progenitor es un hábil costurero y fue él quien le enseñó los secretos para confeccionar ropa.

Además de trabajar con su padre, cuando era niño, Daniel aprovechaba cada vacación para aprender el oficio de confeccionista en otros talleres, donde fabricaba peluches, ropa de trabajo y mochilas.

CONTRABANDO

La comercialización de ropa americana y china arrinconan a la industria nacional, por su bajo costo, advierte Daniel, y agrega que las poleras que confecciona en su taller tienen un precio promedio de 35 bolivianos, mientras que las prendas de contrabando se venden hasta en 2 bolivianos.

La falta de espacios fijos es otra dificultad para los pequeños empresarios porque no saben dónde vender lo que producen. La mejor opción que tienen son las ferias que Cadepia organiza en las plazuelas.

PANTALONES

PARA MUJER

Gróver Pérez ha logrado, con mucho esfuerzo, mantener a flote la empresa familiar que su padre fundó hace casi cuatro décadas. Actualmente, este joven emprendedor, con ayuda de su esposa y sus dos hijos, confecciona pantalones para mujer que los vende en las ferias que organiza Cadepia.

Cuando tiene una demanda grande contrata a un par de operarios extras.

No obstante que un pantalón tiene un precio accesible, 75 bolivianos como promedio, el contrabando de ropa, especialmente la que llega de China "está perjudicando sobremanera" a las pequeñas y medianas industrias del país, porque cuesta la mitad, o menos.

El confeccionista insiste en que el objetivo de su familia es salir adelante, pese a todas las dificultades: el contrabando creciente, la falta de mercados y la inaccesibilidad a créditos que ofrecen las entidades financieras para estos emprendimientos.

Gróver rememora que desde que él tenía uso de razón, su padre se dedicaba a la confección de ropa de vestir para varón. Su progenitor estuvo a la cabeza de la empresa familiar durante tres décadas y él asumió el liderazgo del emprendimiento hace ocho años.

El objetivo es, a decir de Gróver, que la confección nacional subsista en el tiempo y no se deje avasallar por la ropa china que ingresa de contrabando por las fronteras de Bolivia e "invada" los mercados.

Actualmente, esta empresa confecciona pantalones de vestir para mujer, en diferentes modelos.

Uno de los obstáculos para que esta industria no crezca es que no hay gente especializada. Los que son expertos en este rubro prefieren viajar a España o a otro país, en busca de mejores oportunidades de trabajo, manifiesta Gróver.

VOLÚMENES

El número de prendas de vestir que confecciona Gróver en su empresa varía de acuerdo con la demanda y de la temporada.

Gróver señala que cuando hay mayor demanda confeccionan alrededor de 300 pantalones, y en las temporadas bajas se hacen 100 como máximo.

Estas prendas de vestir las venden en las ferias que organiza Cadepia y mediante la venta directa.

La tela que utilizan en esta empresa son el lino suizo, lino casimir y caqui doble licrado.

El lino casimir y el lino suizo se utilizan para confeccionar los pantalones de vestir, “para que sean elegantes”.

La población busca estos pantalones, según Gróver, porque su taller está empezando a ser conocido, debido a que las prendas “son de calidad, con buena tela y lo único que falta es la promoción, mediante publicidad, “un lujo” que, asegura, no se pueden dar por el aspecto económico.

Gróver señala que una desventaja de la industria nacional, con respecto a la ropa china, es el precio.

En algún momento, este confeccionista tuvo la tentación de vender la ropa que ingresa de contrabando al país, “pero decidió que prefiere apoyar la industria nacional, haciendo un trabajo de calidad”.

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