miércoles, 17 de mayo de 2017

La ruta de la ropa americana a Bolivia

Anonimato. Eso es lo que buscan los vendedores y compradores de la ropa americana a medio uso. Los primeros porque sobre su actividad pesa una prohibición que la convierte en ilegal, casi criminal, pues media el contrabando; los segundos tal vez por la vergüenza o el prejuicio de vestir con ropa usada, o porque fomentan una actividad ilegal.

Pero la venta de ropa americana a medio uso está en Bolivia hace más de 25 años, desde inicios de la década de los años 90 del siglo pasado. En el caso de La Paz, comenzó en la calle Figueroa, detrás de la plaza San Francisco, el ombligo de la ciudad, donde se comenzó a comercializar ese tipo de prendería. "La gente llegaba al lugar o observar con disimulo, de reojo.

Si era de día sólo algunos se animaban a preguntar, pero casi sin mirar la prenda; la noche era el mejor momento para que pudieran observar con mayor tranquilidad”, recuerda Luis (nombre ficticio), comercializador de ropa americana desde mediados de los años 90.

¡Sorpresa! Era ropa de marca, que en muchos casos no llegaba a La Paz ni nueva: Lewi’s, Rangler, Tommy Hilfiger... hasta prendas de diseñadores famosos ¡Oscar de la Renta!... y a precios increíblemente bajos. "Nosotros no conocíamos las marcas y no sabíamos que se valoraban tanto, pero con el tiempo aprendimos, los mismo clientes nos enseñaron”, añade Luis.

Él era sastre, estaba casado y su esposa tenía unos tres años vendiendo ropa americana.

Pero la Figueroa era sólo la muestra, la meca de estas prendas de vestir muy valiosas para algunos estaba en El Alto, en la Feria 16 de Julio. "Hasta la gente de la zona Sur iba a El Alto, cubierta, como usted está ahorita (dirigiéndose a la periodista de Página Siete), con gorra y gafas, para que nos los reconocieran, me imagino”, continúa el hombre y esboza una sonrisa pícara.

Luis insistía en seguir en su oficio de sastre, pero los paceños hacía tiempo que habían perdido el gusto o los recursos para hacerse un traje a medida, así que decidió seguir los pasos de su mujer. "Decidí vender sólo camisas de varón. Como era sastre, sabía cómo reconocer una prenda con un buen cuello, buenos puños y una buena costura... La ropa americana tenía todo eso, además de que la tela era de una excelente calidad, que acá no teníamos ni tenemos. Pero lo mejor era que algunas llegaban nuevas y de las mejores marcas”, recuerda.

Recojo y acopio

Pero, ¿cómo conseguía la mercadería? La pregunta incomoda mucho a Luis. "Nosotros la compramos en El Alto, algunos van a Oruro, es ahí donde llega”, dice.

Teresa (también nombre ficticio) tiene la respuesta. Un familiar suyo, que migró a Estados Unidos en los años 80, comenzó con el negocio en ese país.

"En Estados Unidos, la gente puede devolver la ropa que compra hasta tres meses después, si no le gusta o no le queda. La tienda no se guarda esa ropa, la bota prácticamente nueva. Lo mismo pasa con los estadounidenses, que se pueden comprar una chamarra, por ejemplo, ponérsela una vez y tirarla a unos contenedores, reciclados de ropa. Pero también están las tiendas que desechan todas las prendas de vestir que salen de temporada, nuevas, o que tienen alguna falla: un botón mal costurado, un hilo que esté colgando, por cualquier defecto, por más chico que sea. Así comenzó mi hermano, como otros bolivianos, recogiendo esa ropa y acopiándola en almacenes gigantes”, cuenta.


"Él me contaba que esa ropa era despachada por estadounidenses, no por bolivianos, hasta Iquique (Chile), primero, y después era metida a Bolivia. Primero se trajo a La Paz, Santa Cruz y Cochabamba, pero después llegó a todo el país, hasta el campo”, añade.

Es que en Estados Unidos se desarrolló toda una industria de compra y venta de ropa usada, que tiene como base el recojo y acopio de la prendería, pero también la donación de prendas de vestir por parte de industrias que de esa forma pueden reducir sus impuestos. Una de las industrias de la ropa usada en Estados Unidos más conocidas es Goodwill, hasta donde llegaron decenas de bolivianos a comprar la ropa, por " kilo, por prenda, al contado y sin derecho a devolución”.

Bolivianos desplazados

"Al principio a Bolivia llegaba la mejor ropa, pero ahora ya no tanto”, dice Luis.
"Es que entraron a competir los argentinos, peruanos y paraguayos que se llevan a su país lo mejor”, añade inmediatamente. ¿Por qué? "Porque los bolivianos, como siempre, quieren pagar poco pero exigen calidad, y eso no se da con los americanos. Los argentinos, peruanos y paraguayos pagan lo que les piden y se llevan lo mejor a su país”, responde Luis.

Oruro y El Alto

La ropa americana llega a Bolivia a través de Iquique, Chile, donde los "mayoristas” compran las prendas por contenedores para internarlos a Bolivia de manera ilegal, porque la importación de esta prendería está prohibida desde 2006, por el Decreto 28761.

Ellos se encargan de llevar la mercadería hasta Oruro e incluso El Alto, donde los "detallistas” o "minoristas” llegan a comprar. "Nosotros compramos la mercadería dentro del país”, remarca Heriberto Colque, dirigente de los comercializadores de ropa americana de Cochabamba. "Esa es una alternativa para más de 2.500 personas en Bolivia que a través de esa actividad llevan el pan de cada día a sus casas”, dice.

Colque precisa que viajan a la ciudad de Oruro, "el centro distribuidor de mercadería” para escoger la prendería, que es clasificada en primera, segunda y tercera calidad. La de primera y segunda calidad es llevada a las ciudades, la tercera va a parar a las zonas rurales.

"Después de escoger la ropa, la lavamos y la planchamos para exponerla en nuestras tiendas y puestos de venta, donde la gente de todo estrato social escoge su prenda”, afirma Colque.

Pero Oruro no es el único lugar a donde llega la ropa americana; también es llevada a El Alto, a la Feria 16 de Julio, donde, en las madrugadas, los detallistas escogen las prendas. "Los jueves y domingos, desde la madrugada también se ven camiones enormes en Ventilla, ahí descargan los fardos de ropa. Se ven cerros de ropa y zapatos”, asegura Gonzalo Choque, taxista que trabaja en El Alto.



La clase media es la que más compra

Para el ministro de Economía, Luis Arce, la clase media es la que fomenta la importación de ropa usada americana, "prohibida porque es un delito que provoca un gran daño económico” al país.

"Quien más compra la ropa usada es la clase media, porque va a comprar la marca, porque entró a una lógica de consumismo de marca”, asegura el Ministro.

La autoridad precisa que este estrato social adquiere la ropa usada de primera calidad que tiene mayor precio y es la que genera mayor ganancia a las personas que se dedican a este negocio prohibido por ley. "Ellos generan esa ganancia”, afirma.

Arce asegura que el negocio de la importación de ropa usada americana está controlado por cinco familias, que se suman a una "red de distribución y comercialización” que llegan a los nueve departamentos de Bolivia.

El Ministro llama a la población a concientizarse sobre el daño que causa el consumo de ropa usada a la industria nacional y a la importación legal de prendas de vestir.

"Podemos traer ropa nueva y clasificada”

Heriberto Colque, dirigente de los comercializadores de ropa americana, asegura que su sector quiere salir de la "casi criminalidad a la que se arrojó” a su sector con el Decreto 28761 que prohíbe la importación y venta de ropa usada y el proyecto de ley que busca transferir a las alcaldías el control y sanción de su actividad. Tienen una propuesta: la importación de ropa de retorno y clasificada pagando los respectivos impuestos.

"Que nos permitan la legalización de la importación de ropa retorno y clasificada, pagando los impuestos aduaneros”, afirma.

La ropa de retorno comprende las prendas que son rechazadas en el mercado americano porque tienen "pequeñas fallas”; mientras que las prendas clasificadas "son las escogidas, de mejor calidad y marca”, explica.

En los últimos días, los comercializadores de ropa usada se movilizaron en contra del proyecto de ley que busca controlar y sancionar su actividad. Ante la reacción, el Gobierno paralizó el tratamiento de la medida.

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