martes, 4 de junio de 2013

Punto Color, mujeres tejen en la cárcel para generar ingresos

Al cruzar las puertas del Centro de Orientación Femenina de Obrajes, en La Paz, la palabra libertad pierde su significado. No obstante, un grupo de mujeres internas se unió a un proyecto en el que tejen prendas que son ofertadas en ferias y por internet para generar ingresos y mejorar su calidad de vida.

Punto Color es un proyecto creado por Ivonne Aliaga en abril de 2012. Inicialmente, bajo el nombre de Tiborrillo, esta paceña presentó la idea a alrededor de 80 mujeres privadas de libertad de las que hubo 20 interesadas. Actualmente son 15 -cuyas edades oscilan entre 22 y 64 años- a las que se suman otras dos que ya están en libertad.

Tejen una serie se prendas como guantes, chalinas, sacos, chompas, ropa de bebé y una gran variedad de diseños con lana de alpaquita, polar y angora, entre otras.

El proyecto se encarga de dotar de todo el material de trabajo, de brindar los diseños, establecer las entregas, recoger las prendas para finalmente venderlas .

“Los objetivos son tratar de crear una reinserción social y laboral a corto, mediano y largo plazo. A corto mientras reciben la sentencia, a mediano mientras la cumplen y largo una vez que salgan del centro”, explica Aliaga que también elabora tejidos y otros accesorios.

Mucho más que sólo tejer

Si realizar un emprendimiento en condiciones típicas es ya un reto, este proyecto tuvo que establecer un ambiente armónico de trabajo donde el respeto mutuo, la puntualidad y el pago -que se realiza por ovillo trabajado- establezcan un lazo para fortalecer su sostenibilidad, según explica Aliaga.

Actualmente, Punto Color es apoyado por la Fundación Gregoria Apaza, que ha asignado para las reclusas una profesora de tejido.

El patio del Centro Penitenciario de Obrajes parece una feria en la que el olor de los anticuchos cocinándose en la parrilla invade el ambiente en plena tarde de visita y se expande entre los puestos de refrescos, dulces y otros. En tanto, las internas sentadas en el patio reciben a sus familiares, conversan, van de un lado a otro y tejen.

Allí, sentada en la fuente castigada por el tiempo, como si fuera un reflejo triste de las mujeres que viven a su alrededor, Brisa (los nombres de las entrevistadas son ficticios) cuenta cómo sus tejidos se han convertido en una conexión con esa libertad que no tiene, una conexión en la que trabaja casi doce horas al día porque en el penal el tiempo se ha detenido.

“Esto es un depósito de seres humanos, somos una carga para el Estado. Tejer se ha convertido para mí en una terapia, en una forma de no pensar tanto en que estoy aquí adentro. Además, tenemos que generar nuestros propios recursos para lo más básico como el aseo personal y para comer. No tengo familiares afuera y trabajo para mantener a mi hijo de 17 años”, relata la interna.

Brisa aún no tiene sentencia y está recluida por un delito relacionado a la Ley 1008, como la mayoría de las mujeres que se han sumado al proyecto.

Ángela está recluida por otro delito. Ella vive en el centro de reclusión con sus cinco hijos. Su historia es conmovedora, pues tampoco recibe ayuda de nadie y trabaja lavando ropa, barriendo y tejiendo, para mantener a sus pequeños cuyas edades van de los cinco a 11 años.

“Ya sabía tejer desde antes, hago de todo aquí adentro para ganar dinero por ellos (sus hijos). Cómo quisiera tener seis brazos y manos para que el día me alcance, para trabajar más y que tengan para sus libros, su ropa”, dice en voz casi alta.

Juana se dedica a tejer para Punto Color pero también por cuenta propia.

Sentada en el patio de la lavandería, entre sábanas recién colgadas y apoyada en la pared, teje gran parte del día.

“No recibo visitas, tejo el 80% de mi tiempo para pagar mis gastos. Aquí adentro todo cuesta caro”, cuenta.

La reinserción

Para algunas mujeres del penal la reinserción social sería un mito si no fuese por este proyecto.

Cristina es mexicana y está recluida desde diciembre de 2012. Aún no se ha podido acostumbrar al frío de La Paz. “Tejo para comprar mis cosas y medicamentos y me dedico a esto porque así no pienso que estoy lejos de mi país y mi familia”, dice algo triste.

Con cara de niña Alexis, de 23 años, es una de las más jóvenes del proyecto.

“Estudio aquí adentro y tejo. No todas tenemos visitas, esto nos ayuda a superar esa ausencia, además me sirve para mis cargas horarias”, dice.

Aliaga registra en hojas de ruta las cargas horarias -tiempo que dedican a tejer-, y las entrega a Régimen Penitenciario para que el trabajo de estas internas sea tomado en cuenta en la obtención de algunos beneficios, como una eventual reducción del tiempo de reclusión, según argumenta la creadora del emprendimiento.

Punto Color cuenta con un perfil en Facebook y el número para contactarlas es 60114341. El proyecto insta a las personas a que colaboren a las internas con ropa, material escolar, etcétera.

“Hay días en los que ellas están muy sensibles por la situación en que viven - que por supuesto me llega a lo más profundo de la sensibilidad- pero son más los días enriquecedores. Para mí es muy gratificante trabajar junto ellas, se crece como persona”, finaliza Aliaga.

Cada prenda de lana lleva la historia de una mujer -que más allá de su inocencia o culpabilidad- tiene una vida que en algún momento espera retomar, una vez que recupere su libertad.

“Tejer se ha convertido para mí en una terapia, en una forma de no pensar tanto en que estoy aquí adentro”.
Brisa, interna del Centro de Orientación de Obrajes.


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